Cuentos infantiles

 LA PRINCESITA LETICIA 


Había una vez, una niña que se llamaba Leticia, y era la hija del Rey y la Reina del cielo.
Ella desde pequeña había sido una niña muy bonita, amable, obediente y feliz, ellos eran la familia perfecta ante todas la personas que vivían en el cielo.  Ella tenía muchos amigos, con los cuales le gustaba salir a jugar y a divertirse. Sus padres le daban permiso de salir con la única condición de que no podían bajar a la tierra, ya que decían que era un lugar muy oscuro y peligroso. Durante varios años, Leticia obedeció a sus padres. Pero un día mientras ella caminaba por las nubes, se encontró con un ser muy brillante, que resultó ser una bruja que le tenía mucha envidia a la familia Real y tenía un plan para hacer que dejaran de ser la familia perfecta. La bruja se acercó a Leticia y le dijo:
-Hola, Leticia, soy tu hada mágica, ¿te gustan mucho los chocolates?
-¡Si, me encantan!- Respondió Leticia con mucha inocencia 
-Acompañame a la tierra- le dijo la bruja - allá tengo muchos chocolates para regalarte.
Leticia con mucha inocencia la obedeció, pero cuando llegaron a la tierra, la bruja le dio un chocolate encantado, que hizo que Leticia se convirtiera en una niña mala y desobediente.
Cuando Leticia volvió al cielo, se comportó de una manera muy extraña, ya no les hablaba a sus padres, no obedecía y se mantenía enojada todo el tiempo. Los Reyes se preocuparon mucho al ver este comportamiento, por lo que decidieron llevar a Leticia con un Hada mágica para que deshiciera el encanto. 
Leticia volvió a ser la niña feliz que había sido, y aprendió a que no tenia que desobedecer las ordenes de sus padres. Y vivieron felices y siguieron siendo la familia perfecta por siempre.


UGA LA ORUGA- CUENTO, 6 AÑOS 

- ¡Caramba, todo me sale mal!, se lamenta constantemente Uga, la tortuga.

Y es que no es para menos: siempre llega tarde, es la última en acabar sus tareas, casi nunca consigue premios a la rapidez y, para colmo es una dormilona.

- ¡Esto tiene que cambiar!,- se propuso un buen día, harta de que sus compañeros del bosque le recriminaran por su poco esfuerzo al realizar sus tareas.

Y es que había optado por no intentar siquiera realizar actividades tan sencillas como amontonar hojitas secas caídas de los árboles en otoño, o quitar piedrecitas de camino hacia la charca donde chapoteaban los calurosos días de verano.

- ¿Para qué preocuparme en hacer un trabajo que luego acaban haciendo mis compañeros? Mejor es dedicarme a jugar y a descansar.

- No es una gran idea - dijo una hormiguita - Lo que verdaderamente cuenta no es hacer el trabajo en un tiempo récord; lo importante es acabarlo realizándolo lo mejor que sabes, pues siempre te quedará la recompensa de haberlo conseguido.

No todos los trabajos necesitan de obreros rápidos. Hay labores que requieren tiempo y esfuerzo. Si no lo intentas nunca sabrás lo que eres capaz de hacer, y siempre te quedarás con la duda de si lo hubieras logrado alguna vez.

Por ello, es mejor intentarlo y no conseguirlo que no probar y vivir con la duda. La constancia y la perseverancia son buenas aliadas para conseguir lo que nos proponemos; por ello yo te aconsejo que lo intentes. Hasta te puede sorprender de lo que eres capaz.

- ¡Caramba, hormiguita, me has tocado las fibras! Esto es lo que yo necesitaba: alguien que me ayudara a comprender el valor del esfuerzo; te prometo que lo intentaré.

Pasaron unos días y Uga la tortuga se esforzaba en sus quehaceres.

Se sentía feliz consigo misma pues cada día conseguía lo poquito que se proponía porque era consciente de que había hecho todo lo posible por lograrlo.

- He encontrado mi felicidad: lo que importa no es marcarse grandes e imposibles metas, sino acabar todas las pequeñas tareas que contribuyen a lograr grandes fines.

FIN



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